Hay una curiosa historia que dice que el café más rico y caro del mundo es un tipo de café que producen en Indonesia, donde las semillas han pasado por el tracto digestivo de un marsupial, la civeta.
La variedad es llamada Kopi Luwak o café de civeta, y quienes prefieren su aroma y sabor pagan hasta 95 dólares por cada 100 gramos. Dicen que es más intenso, acaso algo chocolatado y por ello las delicias de sus seguidores.
Recientemente se sumó otra variedad -Kopi Alamid- a un tipo similar de café que producen en Filipinas, igualmente extraído de recoger las heces de la chivata. Los lugareños las recogen y lavan los granos casi intactos.
La civata se alimenta de ellos atraídos por el envoltorio que rodea a las semillas de cafeto, una suerte de cerezas maduras a punto y, por supuesto, eligen los mejores granos y de allí que sea otra de las cualidades del brebaje.
En ello de que surja una delicia de los sentidos de las entrañas de un animal también se incluye la yerba mate, cuyas plantas antiguamente solo germinaban si pasaban por el tracto digestivo de un ave que ingería las semillas para alimentarse del envoltorio.
Así trasegadas por el estómago, las semillas de yerba mate perdían la dura corteza que las resguarda y así podían germinar. Ese era un secreto que los naturales guaraníes se cuidaron de evitar que supieran los españoles.
Ya que los españoles prohibían a los guaraníes beber mates para que no pararan de trabajar ni socializaran entre sí, los naturales les devolvían la gentileza privándolos de la posibilidad de aumentar la producción de YM que vendían a Buenos Aires y otros destinos en épocas coloniales.
Fue hasta que llegara hasta estas tierras el naturalista francés Amado Bonpland, quien enamorado de la selva paranaense donde vivió el resto de sus días (hasta morir muy longevo) advirtió ese ciclo de reproducción e impulsó nuevas técnicas de cultivo.
Pero para quienes puedan tener algun tipo de sensibilidad a esta forma de reproducir los plantines de YM, vaya el mensaje de tranquilidad de que actualmente ya no es necesario la ayuda de ese pájaro, sino que las técnicas de clonación hacen cada nueva planta.
Eso fue gracias al genio investigador de otro gran matero y gourmet argentino, bahiense el Premio Nobel, César Milstein, quien desarrolló la tecnología de clonación y ahora mucha de la reproducción biológica se hace así.
En la localidad misionera de Cerro Azul, en los laboratorios del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) se realiza ahora esa clonación que provee a los productores de las mejores plantas para revitalizar sus viveros.