“(…) Perón sonríe sin darse cuenta, alentando la forzada continuidad de los días y las cosas.
—Le agradezco la visita y las condolencias —dice Sábato.
—Faltaba más. En momentos como éste tenemos que acompañarnos.
Sábato desvía la mirada. Se pregunta si no será alguna clase de reproche porque no le dio el pésame por la muerte de Evita. Se siente tentado de aliviar la culpa a través de la simple matemática del dolor: Sábato perdió tres seres queridos, Perón sólo uno.
Rechaza la tentación, se refugia en cuestiones más prácticas.
—¿Le parece si cebo unos mates? ¿O prefiere un café?
—Buena idea. Mate está muy bien, gracias.
—Voy a poner el agua, entonces.
—Disponga (…)”
(Aquí, la versión completa de 1953, de Alejandro Alonso)
El mate en la literatura
Hace tiempo que la literatura hilvana una ronda en la que el mate es acompañante y hasta protagonista de las narraciones. Está en ella como en la vida cotidiana, encabezando los grandes debates del alma y en los encuentros de seres. A veces el mate como pretexto nos concita y ésta es una ocasión. En verdad, el tema que deseamos tratar va más allá y no me refiero solo a estas páginas, sino a la que propicia una ronda de mates, este ritual de encuentro con uno y con el otro, como aquí pregonamos.
Perón decía que aprendió el arte de contar en las ruedas de mates con los carreros transcurridas en largas noches patagónicas. Evocaba que el mate utilizado en esas rondas era una gran calabaza que giraba creando la rueda y cada uno bebía un sorbo para pasarla inmediatamente al otro. No solo aprendió el arte de narrar, sino también el tesoro de la lengua, porque se adjudica a Perón un diccionario de términos mapuches.
Abrimos esta serie con 1953, un capítulo de una novela en la que hace tiempo trabaja Alejandro Alonso. La suya es una escritura cuidada, tersamente elaborada, que permite deslizarse en la trama y un contrapunto donde no están ausente el humor, la investigación y la agudeza de jugar con seres de profundo trazo en la historia.
Alejandro Javier Alonso (San Martín, Buenos Aires, 1970) es periodista especializado en tecnología. Publicó su primer cuento, “Demasiado tiempo”, en 1992 en Axxón, medio con el que colabora desde 1993 y donde ha aparecido la mayoría de sus relatos. En 2002 ganó (exaequo) el premio UPC de novela corta de ciencia-ficción con “La ruta a Trascendencia”, que dos años más tarde dio nombre a su segunda colección de cuentos. La primera, editada en España por Equipo Sirius también en 2004, fue Postales desde Oniris. “1953” sucede en una Argentina alternativa que ya es pasado.
Como cultor de la ciencia ficción puede escribir con la audacia temática que reúne en este capítulo a Juan Domingo Perón y Ernesto Sábato. No solo a ellos, sino a Enrique Gaviola y José Antonio Balseiro, a Kurt Tank y Ronald Richter, a Bernardo Houssay, a Luis Federico Leloir y Enrique Pichón Riviere.
Cuando Alejandro Alonso tuvo la generosidad de compartir este capítulo de la novela en la que hace tiempo trabaja, me encantó -la ilustración que abre esta nota es la tapa de la revista Cuasar, número 46, de marzo de 2008- en la que apareció publicado este capítulo titulado 1953. Me ganó la creatividad de Alejandro. Esta escena nos muestra al gran escritor capaz de llevar lo cotidiano a una reflexión que es obra de arte.