Tuve hace pocos días el placer de compartir nuestra bebida ceremonial con un amigo andaluz y prometí apuntarle ciertos consejos prácticos para que él cree su ronda y aquí van.
Aclaro que, a menudo se generan diálogos acerca de cuál es la mejor forma de preparar un buen mate y ésta es la que yo aprendí y la que recreo cada día, tanto en momentos de soledad como compartidos.
Sé muy bien que estando en una región donde el 99% pasó naturalmente del biberón al mate, en sus mil formas, es -cuando menos- aventurado decir: ésta es la forma.
Pero me arriesgo a decir que si bien no hay una forma; sí, hay mejores prácticas para lograr un buen mate. Sin olvidar todas las particularidades, secretos y sobremanera el amor, el afecto.
Preparé para nuestro amigo andaluz esta suerte de decálogo:
a) cargar dos tercios del mate (el vaso) con yerba mate.
b) Tapar con una mano y agitar el mate unos instantes, haciendo que se mezclen partes finas y gruesas de la yerba mate.
c) al terminar de agitar inclinar brevemente como para que la yerba quede en pendiente, en un ángulo de 45º.
d) en el vértice de la yerba mate con el vaso (mate) agregar suave un chorrito de agua a temperatura ambiente (más bien tibia). Dejar reposar unos instantes.
e) Colocar suavemente la bombilla en ese vértice humedecido y no volver a moverla de allí (recordemos aquello de que “la bombilla no es un joystick”). Y en ese vértice irás volcando el agua caliente. El agua debe llegar suavemente a ese vértice, para no desacomodar esa pendiente.
f) El agua caliente jamás pasará los 80º C, porque más calor hará que quemen tanto la yerba mate como nuestra boca y estómago. Mi preferencia personal pasa por los 67ª.
g) El maridaje de todo buen mate pasa por el buen diálogo y por lo salado o dulce que acompañe (aunque como para los vinos, hay acompañamientos especiales, según cada sabor).